En la Edad media, con el nombre “poeta” se hacía referencia no a todos los que se dedicaban al arte de componer versos, sino a aquellos que, en concreto, lo hacían en latín. Como contrapunto, surgió el término trovador para los que no utilizaban la lengua clásica, sino que escribían en provenzal. Ese nombre, trovador, proviene de la palabra trovar, que literalmente quiere decir componer versos.
Aparece ya, la citada palabra, en los poemas del trovador más antiguo que se conoce, Guilhem de Peiteu, duque de Aquitania. Más adelante se extendió a todas las lenguas romances para seguir designando a aquellas poetas cultos que, en vez del latín, utilizaban la lengua vulgar como código de sus poemas. La poesía trovadoresca, escrita durante los siglos XII y XIII, presentaba además –y no sólo en el nombre- importante novedades: - Sus autores eran bien conocidos, pero estaba escrita en una lengua que todo el mundo podía entender
- Se cantaba con un acompañamiento musical, generalmente de flauta, guitarra o gaita, y compuesto por el mismo trovador. Su tema era, preferentemente, el amor.
- Su objeto no era la narración de grandes sucesos históricos o legendarios, sino algo mucho más íntimo: la expresión de sentimientos y sensaciones personales. La poesía trovadoresca se desarrolló en varios lugares, y su localización geográfica no responde a un país concreto, ni ningún dominio señorial. La encontramos en el sur de Francia –Provenza, Aquitania, Gascuña- así como en el norte de Italia, en los Pirineos y en los condados hispánicos del norte, sobre todo en Barcelona.
Esta poesía no estaba concebida para ser leída, sino más bien para ser escuchada a través del canto de los juglares, especialistas que se trasladaban de corte en corte y que, en algunos casos, hicieron grandes fortunas y consiguieron especiales privilegios. Al contrario de los juglares de la épica, que podían improvisar a su antojo y actuaban generalmente en pueblos y villas, los trovadores
habían de aprenderse los textos de memoria y, al actuar ante nobles y reyes, reproducirlos fielmente sin saltarse una coma.
Los trovadores tuvieron una importancia crucial en el desarrollo del amor como tema literario. El amor cortés, así como la idealización de la mujer, eran temas comunes en sus poesías, aunque no los únicos. Los trovadores, como leales servidores de sus respectivos señores, también componían para este, al que elogiaban y dedicaban virtudes. En los entierros solían componerse obras para expresar el dolor por la pérdida del difunto, al que igualmente se elogiaba y piropeaba. También trataron el tema de la guerra, pues muchos de ellos eran caballeros y algunos, incluso, tomaron parte en las Cruzadas.
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